Reseña:

A finales de agosto de 2019, Bernard Haitink lideraba a los vieneses por última vez en Salzburgo. El chef nonagenario había elegido un programa a medida. Para el cuarto concierto de Beethoven, acompaña con infinita atención a Emmanuel Axe, con su interpretación sobria y poderosa. Y los vieneses solo escuchan y se concentran bajo el ritmo claro y sencillo del maestro. En la segunda parte, Haitink encuentra a Bruckner, uno de los compositores a los que más habrá servido y el mejor en su dilatada carrera. Si el viejo maestro ahora camina con un bastón para llegar al podio, es la mayor parte del tiempo de pie cuando dirige de memoria la inmensa estructura erigida por Bruckner. Allí, nuevamente, el ritmo es sobrio, claro, preciso, seguido con devoción por la filarmónica en gran número.